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(Por: Fernanda de la Torre Verea)
Ser zurdo no es cualquier cosa, ya que hay que adaptarse a un mundo orientado y diseñado para los derechos. Además, hay que enfrentarse a ser considerado diferente, que también es una receta para batallar.
Los zurdos han sido vistos, por siglos, como raros, torpes y excéntricos; la razón es simple: el contar con mayor habilidad y destreza en su mano izquierda, característica señalada porque sólo uno de cada diez humanos es zurdo.¹ ¡Ah, la tiranía de las mayorías!
Ser zurdo ha sido sinónimo de indeseable; incluso, se ha interpretado como señal de influencia satánica y, por los siglos de los siglos, ha sido mal visto. Todavía en el siglo XX, en muchas escuelas se prohibía escribir con la mano izquierda. ¿Que el profe veía a alguien escribir con la zurda? ¡Reglazo en la mano! Bien lo saben los mexicanos zurdos que nacieron en esa época, como mi abuelo Francisco, a quien le ataron la mano izquierda a la espalda, para que se le quitara esa condición «siniestra». No lo lograron, pero, a cambio de sus sufrimientos y humillaciones, se convirtió en ambidiestro —o diestro de ambas manos, como la palabra lo indica.
Un legado romano
La dura vida de los zurdos data de mucho antes de los tiempos de los romanos, pero podríamos decir que si alguien promovió históricamente la primacía de la mano derecha, fueron ellos. Según parece, fueron los autores del apretón de manos —derechas, obviamente—. Aunque era zurdo, Julio César instruyó a sus súbditos para que se saludaran con la mano derecha. La leyenda dice que así podía mantener disponible su espada, que, por supuesto, portaba en la mano diestra, que era la siniestra, «oséase», la izquierda. También fueron ellos los que inventaron el Ave César, aquel saludo que consiste en levantar el brazo derecho en alto y que luego se convertiría en emblema del fascismo.
Precisamente por la mayoría aplastante de diestros, todo lo relacionado con el lado izquierdo del cuerpo se ha cargado de negatividad. Los mismos romanos consideraban la sal como algo precioso y, si llegaba a derramarse, era muy mal auspicio; así que, para ahuyentar a los malos espíritus, tomaban la sal derramada con su mano derecha y la arrojaban sobre su hombro izquierdo, el lado del cuerpo donde esos espíritus malvados habitaban.
La siniestralidad no es lo contrario a la diestralidad, porque la mayoría de los zurdos son mucho más ambidiestros que los derechos
En todo el mundo, los zurdos han sido mal vistos. Los esquimales los veían como hechiceros y las leyes japonesas permitían a un hombre divorciarse si descubría que su esposa —¡horror de horrores!— era zurda. Hasta hoy nos ha llegado el eco de esas supersticiones, que se han metido incluso en el lenguaje. Si empezamos un negocio con el pie derecho, es bueno; pero si tenemos un mal día, decimos que nos levantamos con el pie izquierdo. En las religiones, igual: los católicos bendicen y se persignan con la mano derecha, y dicen que Cristo se sienta «a la derecha del Padre»; los hindúes la usan para los actos puros, al igual que los musulmanes —ya se imaginan cuál es la que se usa para lo impuro—. Los griegos ponían especial énfasis en no colocar la pierna izquierda arriba de la derecha al cruzarlas. Pitágoras recomendaba a sus discípulos entrar en los lugares por el lado derecho y abandonarlos por el izquierdo; lo primero era lo divino; lo segundo, lo adverso. Parménides, por su parte, determinaba el sexo del niño por la posición del feto en el útero: derecha, masculino; izquierda, femenino. ¡Ah, la tiranía machista! También durante la época feudal era común favorecer la derecha, colocando al favorito del rey a su diestra.
Vocablos siniestros
La lengua refleja la cultura y, si nos atenemos a los términos para designar este fenómeno, vemos que éstos siguen el mismo orden. La palabra diestra —del latín dexter, dextra, «derecha»— es sinónimo de «hábil» —basta el ejemplo de mentar a los toreros magníficos como «diestros»—, mientras que para denominar a quienes escriben con la mano contraria se usan las palabras izquierda o siniestra —del latín sĭnister¬¬, adjetivo del cual hay mucho que decir, ¬¬ya que sugiere un mal amenazador o una causa de desastre, algo desfavorable y desafortunado.
Por su parte, el inglés usa la palabra left —«izquierda»— del anglosajón lyft, que significa «débil» o «roto»; mientras que la palabra que usamos en español, zurdo, viene de los términos galaicoportugueses surro, churro o churdo, que significan «ruin, vil, sucio», y está emparentada con los vascos zur, que quiere decir «agarrado», y zurrun, que quiere decir «pesado». De hecho, Joan Corominas² nos dice que los vocablos emparentados con zurdo «suelen partir de la idea de “grosero” y “torpe” por la inhabilidad que se atribuye al propio zurdo».
En cuanto al lenguaje coloquial, el «tener mano izquierda» es —según el DRAE— la habilidad o astucia para manejarse o resolver situaciones difíciles, porque lo más difícil es, sin duda, ser zurdo. Si nos referimos a un médico con el adjetivo diestro, seguramente tendrá muchos pacientes, pero si usamos el adjetivo siniestro, su sala de consulta estará más bien vacía, porque seguramente nos vendrán a la mente médicos como el doctor Frankenstein. Al referirnos a los hijos, los «de la mano derecha» son los legítimos, mientras que si hablamos de «los hijos de la mano izquierda», sabemos que nos referimos a los nacidos fuera del matrimonio. La izquierda en política es la disidencia, lo contrario al régimen, lo alternativo,³ frente a la derecha, que es lo establecido, lo conservador, lo que está en la corriente. Pero es la izquierda la que siempre ha sido perseguida, vituperada y mal afamada.
Cerebros diferentes
Nuestro cerebro tiene dos hemisferios —derecho e izquierdo— conectados por una estructura llamada «cuerpo calloso». Cada hemisferio tiene diferentes funciones y mantiene una relación funcional invertida respecto al cuerpo; esto significa que el hemisferio izquierdo controla el lado derecho del cuerpo y a la inversa. El hemisferio izquierdo controla la expresión verbal, el habla, el lenguaje, la escritura, las matemáticas y la ciencia: el pensamiento lineal. El hemisferio derecho —que maneja la mitad izquierda del cuerpo— se relaciona con la expresión no verbal, regula la facultad para expresar y captar emociones, la música, el arte, la creatividad, la percepción u orientación espacial, las emociones y la genialidad: el pensamiento holístico o total. Los científicos han descubierto que los zurdos usan el cerebro de manera uniforme, mientras que los derechos utilizan más el lado izquierdo.
Sabemos, en general, qué funciones rige cada mitad del cerebro, pero seguimos sin saber por qué es tan absoluta la predominancia de derechos. Por supuesto que hay muchas hipótesis. La genética es una explicación parcial. La mayoría de los miembros de la familia real británica son zurdos, pero cuando ambos padresson zurdos, sus hijos sólo tienen 26% de probabilidad de serlo. En otras palabras, a pesar de la influencia genética, deben existir otras causas para ser zurdo. De ahí nace un batiburrillo de hipótesis que incluye dificultades en el parto, el uso de ultrasonido o la presión de los padres para que sus hijos sean derechos. Toda estas ideas son fácilmente objetables, ya que la proporción de zurdos se ha mantenido igual a pesar de que los partos cada vez tienen menos complicaciones… y antes no existía el ultrasonido. Dicho en buen cristiano: todavía no sabemos por qué hay personas que usan como diestra su mano izquierda.
No se es zurdo o derecho, se trata de un continuum: hay personas más zurdas que otras
No fue sino hasta 1970 que en EE. UU. se dejó de juzgar el ser zurdo como un defecto para considerarlo sólo como una característica de la personalidad. Y los zurdos, como otras minorías, también tienen su día: la asociación Lefthanders International designó en 1976 el 13 de agosto como el Día Internacional de los Zurdos. Además, sabemos que grandes personajes como Alejandro Magno, Napoleón Bonaparte, Jimi Hendrix, John McEnroe, Paul McCartney y Picasso podrían celebrarlo.
El precio de la ignorancia
Hoy en día sabemos que ser zurdo es una característica más entre tantas —y para algunos hasta es envidiable y cool: una amiga mía dice que no hay nada más sexy que un guapo que, además, sea zurdo—. Algunos ni siquiera creen que por siglos ese detalle haya hecho sufrir a los zurdos sólo porque las mayorías los consideraban «diferentes». Gracias a los conocimientos que tenemos sobre lateralidad, los niños zurdos pueden estudiar tranquilamente en sus escuelas: las teorías pedagógicas han cambiado y, en vez de amarrarles las manos, les ponen bancas especiales o les dan tijeras zurdas para hacer su existencia más llevadera.
En la antigüedad decían que del dedo anular de la mano izquierda salía un nervio que conectaba al corazón; de ahí la costumbre de llevar el anillo de compromiso en ese dedo como símbolo de amor. Un viejo proverbio italiano dice que «la mano izquierda es la mano del corazón». ¿Será?
Estudios de lateralidad*
La lateralidad no es una categoría absoluta, es un continuum; es decir, va desde lo más diestro hasta lo más zurdo. La clasificación de Huth define la lateralidad de la siguiente manera:
• diestro neto unilateral, cuya mano izquierda es completamente inhábil y no la utiliza siquiera para la prensión.
• diestro predominante, que prefiere la mano derecha y se ayuda con la izquierda.
• ambidextro, que es la excepción, pues usa cualquiera de las manos con igual habilidad.
• zurdo predominante, que prefiere la mano izquierda y se ayuda con la derecha.
• zurdo neto unilateral, cuya mano derecha es completamente inhábil y no la utiliza siquiera para la prensión.
* Raquel Peisekovicius, El libro zurdo del niño zurdo, Biblios, 2000; p. 22.
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1 La estadística indica, en general, que 13% de la población es zurda. Si los dos padres son diestros, el niño tiene 9% de probabilidades de ser zurdo; pero si uno de los padres es zurdo, las probabilidades son de 19%, mientras que si los dos padres son zurdos, las probabilidades suben a 26 por ciento.
2 Joan Corominas y José A. Pascual, Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, Madrid: Gredos, 1981.
3 Aunque también lo progresista, lo dinámico, lo cambiante, lo liberal.
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Artículo publicado en Algarabía 47, julio 2008.